Perspectiva infantil distorsionada

Te levantas un día, te miras al espejo y piensas, soy una persona joven. Te echas un poco de colorete y rimel, te vistes un poco más mona de lo normal y sales a la calle.
Uno de estos días que piensas hoy no me lo jode nadie, estás contenta contigo misma y con la vida en general. Tienes tiempo para tí, puedes pasear, hacer la compra, sacar al perro...pero, de repente, una pelota se aproxima a tus pies, sí, un objeto redondo te puede joder el día ¿por qué? porque suele ir asociado a una voz de fondo "Perdona señora, ¿me pasa el balón?" te giras y una personita de medio metro te mira sonriente, y tú, sin saber qué decir, te quedas en shock y piensas mentalmente "¿me está llamando señora? ¿a mí?.....das una patadita a la pelota mientras balbuceas "Sí, sí, claro, guapo"...


Después de que tu moral esté por los suelos, te vuelves a casa y te miras otra vez en el espejo mientras refunfuñas "señora, señora (gesticulando mucho)...¿pero no me ve que voy a la última?...pero si estos vaqueros me sientan fenomenal, ¡uy! y llevo una camiseta de lo más moderna...
Sin embargo, no puedes dejar de pensar que en la calle te ven como una ¡¡SEÑORA!!

Para auto convencerme de que soy joven y moderna he llegado a la conclusión de que los niños tienen una perspectiva distorsionada del mundo que les rodea. Recordé que, cuando era una canija, había lugares y cosas que me parecían muy grandes y que cuando las volví a ver o visitar con el paso de los años, me parecieron mucho más pequeñas de lo que yo recordaba.

Así que, yo creo que los niños no entienden de edades, sino que establecen una clara diferencia entre los que son de su especie y los adultos. Como las madres nos empeñamos en que nuestros hijos sean educados y correctos con los mayores pues ellos, ni cortos ni perezosos, te tratan de usted hundiéndote la moral.

Para levantarte el ánimo te vas de compras (mal no, muy mal hecho), te empiezas a probar ropa de quinceañera, el síndrome de Anita Obregón se apodera de tu cuerpo, la música en la tienda está a todo trapo, no sabes si pedirte un cubata o seguir probándote ropa.
"Esto me tiene que entrar" olvidas que ya no usas una 38. Aunque parezca una morcilla atada yo me pongo estos pantalones, a mí no me vuelven a llamar SEÑORA, ¡¡si todavía no he llegado a los 30!!
 Sales de la tienda con bolsas en ambas manos y cuando llegas a casa, te lo pruebas otra vez todo, te miras en el espejo y fuera de la enajenación mental transitoria te das cuenta que eso no va contigo y al día siguiente lo devuelves todo.