A punto de salir a dar un paseo.....visto a Vega, me visto yo, su padre anda merodeando por la casa, de vez en cuando se acerca al ordenador, viene a la habitación donde estamos nosotras, se pone la camiseta, se va al baño y continúa vistiéndose...Odio los percheros de detrás de la puerta, pero a pesar de esto, no tengo uno, ni dos, ¡¡tengo tres!! Incongruencias de la vida, lo sé. Siempre están llenos de ropa, casi siempre de papá. Yo no los suelo usar, bueno, ahora tengo colgado el vestido que me pondré en la boda para que no se arrugue, pero poco más.
Fuera hace algo de fresquete, se nota que agosto va terminando y que el tiempo está como una puta cabra, porque un día estás torrada y otro estás más agusto con una chaquetilla que sin ella.

Después de 2 meses y medio de verano, tengo la genial idea de poner unos zapatos a Vega, siempre va descalza, por ahora no es fans (homenaje a
MdB) del calzado, pero me sabe mal que sus piececitos se queden fríos mientras va colgada en el mei tai. Su padre todavía no lo ha usado y tiene muchas ganas.
Yo:
Papi, échala un vistazo mientras busco los zapatos en su habitación (tengo una bolsa con unos 20 pares casi nuevos que me pasó una amiga)
Papá:
Vale
Se pone a decirla tonterías para que se ría, ella está encima de nuestra cama.
La bolsa está en la parte más abajo del armario, yo que nunca he destacado por mi flexibilidad, me cuesta, tiro de ella y ¡zasca! zapatitos de todas las formas y colores dispersos por el suelo. Cojo un par, voy hacia nuestro dormitorio, se los intento poner, ella encoge los dedos de los pies, no le gustan, no se los puedo poner. Voy a por otros, segundo intento, tres cuarto de lo mismo. Ala, pues a ver cuál la pongo, me vuelvo a la habitación, me pongo a rebuscar entre tanto zapato.
Yo:
Papiiiii, sigue vigilándola
Papá:
Siiiiii (con tono ¡qué pesada eres!)
De repente escucho el sonido del cepillo de dientes eléctrico, pero como he insistido tanto en que hay que estar muy pendiente de la niña, confío en él y pienso
"se estará lavando los dientes mientras mira a chiquipiturra"

Continúo en la maldita búsqueda y en intentar poner orden, cuando escucho un golpe flojo pero ensordecedor a la vez, el corazón me da un vuelco, literal, sin llegar a nuestro dormitorio se perfectamente lo que ha pasado, mi pequeña llora desconsoladamente, su padre la abraza y a mí me tiemblan las piernas, ¡qué flojera!, la miro y no tiene nada, me entran ganas de llorar, pero no puedo dejar de mirarla, su padre está muy nervioso, y yo más, pero intento poner calma al asunto.
Después de 15 minutos llorando sin parar, su padre ya no quiere ni mei ni leches, sólo quiere pasear para que la de el aire. Cogemos a Homer y nos vamos los 4, nada más salir, mi pequeña se tranquiliza y empieza a reírse con su padre. A mí se me queda el cuerpo del revés para toda la tarde. Tiene un pequeño chichón en la cabecita. Mientras caminamos intentamos reproducir cómo se había caído, le pregunto si estaba boca abajo o boca arriba cuando la recogió, me intenta explicar y se me revuelve el estómago, casi prefiero no saberlo.
Nos sentamos en un banco a tomarnos una coca-cola, mientras esperamos a la tía de Vega. Su padre se pone a hacerla cosas con la mano para ver si me ha dejado tonta a la niña (aquí no puedo evitar una carcajada) un chasquido de dedos a un lado, otro al otro, movimiento de dedo en vertical para que lo siga con los ojos. Chiquipiturra mirando a su padre con cara de TúEstásPeorQueYoSinDarteNingúnGolpe.
El sábado fue su primera caída, tan chiquitita, ¡vaya error más grande tuvimos!...pero creo que hemos aprendido la lección (aunque me hubiera gustado no haberla aprendido así.)
Antes, los fallos sólo repercutían en nosotros, ahora, debemos pensar bien nuestra forma de actuar...