Hace unos días que estoy a plan (me encanta esta expresión), todavía me quedaban unos kilitos del embarazo y ver veinte pares de pantalones vaqueros en mi armario y que no me entre ni uno motiva para intentarlo. Así que, sin prisa pero sin pausa dí el pistoletazo de salida junto a mi chico. Él odia las dietas, pero siempre quiere hacerlas. Al tercer día está cabreado porque pasa hambre y deja la dieta. Yo que tengo mucha fuerza de voluntad continúo, pero un día a la semana me lo dejo libre. El viernes para cenar hice tortilla de patata, a mi chico le encanta y estaba de antojo desde que habíamos dejado de comer cosas ricas y pimientos de piquillo rellenos con salsa. Para el sábado había sacado del congelador unas hamburguesas, pero como sobró comida de la noche anterior, se las dejó para cenar.A las 23:00 del sábado (le tocó currar) me llama para decirme que si la niña no estaba dormida podía ir a por pan de hamburguesas al chino y sacar a Homer, pero Vega ya dormía plácidamente, así que ni saqué al perro ni fuí a por el pan. He aquí mi muestra de amor:
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| Los míos quedaron parecidos, pero sólo hice 2 (de un golpe, podrían abrir la cabeza a cualquiera) |
El resultado, la verdad, mejor de lo que esperaba, claro que las medidas me las salté por el forro y los panes pesaban un quintal. Hamburguesas de medio kilo. Teniendo en cuenta que mi chico se las comió sin rechistar después de toda mi odisea, y eran casi las 2 de la mañana, el pobre acabó confesando "me duele la tripa".
Nos acostamos, y sobre las 5 aproximadamente, aunque no estoy segura, justo era la noche del cambio de hora, Vega empezó a quejarse y a llorar un poquillo. Lleva unos días así, como rara por las noches. Ella duerme del tirón desde hace meses, pero no sé si los dientes están haciendo de las suyas y se despierta de vez en cuando, quejicosa. Me fuí a su habitación, la intenté calmar, me volví a mi dormitorio, estaba a punto de meterme en la cama cuando volvió a llorar. Regresé y he aquí mi segunda muestra de amor:Bajé la barandilla de la cuna "Hija, échate a un lado, que allá voy". Ni corta ni perezosa me metí en su cunita y así dormimos hasta las 8 de la mañana (las 9 de antes). Me levanté para prepararla el desayuno, con dolor de cuello y las piernas con el síndrome de turista. Llegué a la cocina de puro milagro, parecía Chiquito de la Calzada en sus tiempos mozos. La dí su bibe y a dormir de nuevo. Pero esta vez, cada una en su cama.






